La fachada

Ruth abrió una pequeña cafetería en el centro, donde servía a sus clientes el café más exquisito que era capaz de preparar. Utilizaba la mejor materia prima, y había adquirido una gran técnica para conseguir la combinación exacta de crema y chocolate en sus capuccinos.

Gracias a esto, y al agradable trato que daba a todo aquel que visitaba su cafetería, equipada con unas sencillas mesas y una robusta barra de madera, había conseguido hacerse con cierta cantidad de clientes fieles que acudían cada mañana a desayunar, y a tomar café por la tarde.

Ruth estaba contenta con su negocio. Cuando adquirió el local lo mantuvo tal como estaba, y gastó todo su dinero en comprar la mejor cafetera del mercado. “Es lo realmente importante de una cafetería”, pensó. “Quien pruebe mi café no querrá probar otro. Volverá, y lo recomendará a sus amigos”.

Y no le faltaba razón. Sin embargo, Ruth observaba desde la pequeña ventana de madera que flanqueaba la sencilla puerta de su establecimiento, cómo, de toda la gente que paseaba por la transitada calle, sólo los clientes habituales, y algún que otro despistado, entraban en su acogedor local. El resto entraba en una gran cafetería situada enfrente, con un enorme cartel luminoso en la fachada, y una moderna decoración que podía contemplarse a través de sendos ventanales a cada lado de una amplia puerta de cristal.

Un día, después de cerrar su cafetería, entró en aquel enorme y luminoso local para resolver por si misma aquel misterio. El servicio era aceptable, y el café no era malo. Pero ambos estaban muy lejos de aquello que proporcionaba en su acogedor local, a sólo unos pasos. “¿Por qué, entonces, casi todo el mundo entra en esta cafetería teniendo la mía aquí mismo? Preparo un café excelente, todo aquel que lo prueba…”.

En ese mismo momento encontró la respuesta. El problema no era su café. El problema era que la mayor parte de la gente nunca lo había probado, y que nunca lo llegaría a probar.

De aquella situación, Ruth extrajo una perla de sabiduría: “En un mundo competitivo no importa cuán bueno sea tu café, si no tienes en cuenta el resto de los detalles que hacen que alguien pueda llegar a probarlo”.

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